Sunday, August 31, 2014

LOS HUNOS Y LOS HOTROS: LA IZQUIERDA QUE NO DEBERÍA GOBERNAR

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LOS HUNOS Y LOS HOTROS: LA IZQUIERDA QUE NO DEBERÍA GOBERNAR






LOS HUNOS Y LOS HOTROS: LA IZQUIERDA QUE NO DEBERÍA GOBERNAR

Hay algo peor que equivocarse. Darse cuenta y no rectificar. Unamuno apoyó la rebelión militar de 1936, pero cuando descubrió que los sublevados encarcelaban, fusilaban y torturaban, su adhesión se convirtió en arrepentimiento y repugnancia moral. El 12 de octubre de 1936 se celebró en el paraninfo de la Universidad de Salamanca el acto de apertura del curso académico que coincidía con la Fiesta de la Raza. Unamuno asiste al acto como ponente. Está profundamente consternado, pues las tropas franquistas han fusilado o recluido a sus amigos íntimos, que en muchos casos son socialistas, masones, liberales o protestantes. Se ha entrevistado con Franco, pidiendo que cese la represión, pero no ha conseguido nada. Cuando le llega el turno de hablar, se produce un silencio expectante. Los oradores que le han precedido han pedido que se extermine sin contemplaciones a rojos y separatistas para crear una nueva y gloriosa España. Unamuno se pone en pie y habla sin miedo: “Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia. […] Vencer no es convencer, y hay que convencer, sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión”. Millán Astray le interrumpe y grita: “¡Viva la muerte!”. Sin dejarse intimidar, Unamuno contesta: “Acabo de oír el necrófilo e insensato grito ¡Viva la muerte! Esto me suena lo mismo que ¡Muera la vida! Y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente”. Millán-Astray replicó, con la cara desencajada: “¡Muera la intelectualidad traidora!”. Y repitió: “¡Viva la muerte!”. Sin perder la calma, Unamuno lanzó su última y contundente objeción: “Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis, porque para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón”.  Legionarios y falangistas insultaron a Unamuno. Algunos se llevaron las manos a las cartucheras, con la intención de sacar la pistola. Solo la presencia de José María Pemán y Carmen Polo, que entendieron la necesidad de salvar al escritor para no dañar la imagen de los sublevados, evitó que se produjera una tragedia. Unamuno murió el 31 de diciembre de 1936, soportando un discreto arresto domiciliario, mientras le acusaban de traidor, liberal y masón. Cuando le entrevistan por última vez, declara: “No soy fascista ni bolchevique. Soy un solitario”. En una carta dirigida a un amigo, escribe: “La barbarie es unánime. Es el régimen de terror por las dos partes. España está asustada de sí misma, horrorizada. Ha brotado la lepra católica y anticatólica. Aúllan y piden sangre los hunos y los hotros”. Al conocer la noticia de su muerte, Antonio Machado comentó: “Señalemos hoy que Unamuno ha muerto repentinamente, como el que muere en guerra. ¿Contra quién? Quizá contra sí mismo; acaso también, aunque muchos no lo crean, contra los hombres que han vendido a España y traicionado a su pueblo. ¿Contra el pueblo mismo? No lo he creído nunca y no lo creeré jamás”.
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Unamuno repetía a menudo: “Llevo ya más de cuarenta años de escritor y a veces me olvido de lo que dije, y otras me contradigo y repito. Eso es lo humano…”. No pretendo compararme con Unamuno, pero yo también estoy en guerra conmigo mismo e incurro en contradicciones. De hecho, creo que esa tensión es el signo de un pensamiento vivo, libre y sin otra inquietud que hallar la verdad. Y la verdad es que me repugna de la violencia de los hunos y los hotros y sabía que mi artículo “Por qué ya no soy de extrema izquierda” provocaría una cascada de insultos y descalificaciones. De nuevo, utilizan mi bipolaridad para cuestionar mis opiniones o, más exactamente, para menospreciarme como ser humano. No voy a molestarme en responder a esas insidias, pues el que esgrime esos argumentos solo acredita sus insuficiencias como ser humano. Creo que la izquierda radical –donde se incluye ETA y su entorno- no es una izquierda democrática, sino un conglomerado de descerebrados, con un discurso raquítico y un apego enfermizo a la violencia. Si alguien quiere saber cómo sería un futuro gobernado por “valientes gudaris” y raperos bocazas que exaltan el tiro en la nuca, puede recordar el atentado de Hipercor el 19 de junio de 1987, cuando una bola de fuego, con efectos similares al napalm, carbonizó a decenas de personas, con temperaturas de 3.000 grados centígrados. Los que no perdieron la vida de ese modo, murieron asfixiados. Algunos dirán que se avisó con media hora y que el verdadero responsable es el Estado español y sus fuerzas de seguridad. Me parece un razonamiento tan hipócrita como el de Israel, que invita a las familias de Gaza a abandonar sus casas con llamadas telefónicas, correos electrónicos o pasquines. El Estado español actuó con negligencia, pero la bomba la puso ETA, escogiendo un centro comercial en hora punta. Me pregunto qué diferencia hay entre una niña vietnamita abrasada con napalm y un niño catalán abrasado por un artefacto incendiario. Me pregunto también qué diferencia hay entre un soldado del Viet Cong ejecutado con un disparo en la cabeza y un desertor, bandido o presunto esbirro de Batista ejecutado por el Che en Sierra Maestra. El Viet Cong luchaba contra la ocupación extranjera, pero también cometió horrendos crímenes de guerra. En cualquier caso, no se trata de qué habían hecho los ejecutados sumariamente, sino de que la pena de muerte es inmoral, degradante e inhumana. Además, ninguno disfrutó de un juicio justo, con unas mínimas garantías procesales. En el caso de Cuba, no hablo de un pasado remoto, sino de 2003, cuando se fusiló a tres jóvenes por secuestrar una lancha, tomar rehenes e intentar llegar a la costa norteamericana. La detención se produjo el día 2 de abril, el 8 se celebró el juicio y el 11 se ejecutó la sentencia, sin avisar a los familiares para que pudieran despedirse. Se incumplió incluso la ley cubana, que no contempla la pena de muerte para estos casos. Entre los rehenes, había turistas extranjeros y la Cuba socialista y revolucionaria quería demostrar que protegía a una de sus principales fuentes de ingresos. Sin asomo de arrepentimiento, Raúl Castro justificó la pena capital en la primera Cumbre Celac en Santiago de Chile, que se celebró en 2013: “Nuestras leyes permiten la pena de muerte. Está suspendida, pero ahí está de reserva, porque una vez la suspendimos y lo único que hicimos con ello fue estimular las agresiones y los sabotajes contra mi país”.  En sus memorias, Barack Obama reconoce que la pena de muerte no reduce el número de asesinatos, pero entiende que es necesaria porque hay crímenes “tan odiosos que van más allá de lo tolerable, hasta el punto de que la comunidad se ve justificada a expresar la plena medida de su indignación imponiendo la máxima pena”. Ambas declaraciones me parecen inaceptables y, en el caso de los tres cubanos fusilados en 2003, que no hirieron ni mataron a nadie, no se puede hablar de sabotaje, sino de un delito común instigado por la prohibición de viajar al exterior, que no se levantó hasta 2013.
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Ya he comentado en otras ocasiones los crímenes de Stalin (la hambruna en Ucrania, la Gran Purga, las fosas de Katyn, las deportaciones masivas), señalando que el revisionismo del historiador belga Ludo Martens carece de rigor documental y argumentativo, pero ahora deseo señalar que la violencia constituyó la seña de identidad de los bolcheviques desde la primera hora, como denunció Rosa Luxemburgo, profetizando la transformación de Rusia en un Estado totalitario tan represivo como la dictadura zarista. Con el pretexto de combatir a las fuerzas contrarrevolucionarias, los bolcheviques lograron por la fuerza lo que no habían conseguido por las urnas, pues en las elecciones de la Asamblea Constituyente celebrada poco después de la Revolución de Octubre obtuvieron menos de un cuarto de los votos. El 8 de agosto de 1918 Vladimir Illich Lenin escribe a uno de sus colaboradores: “Debemos ejercer todo esfuerzo posible para que tres dictadores (Fedorov, Markin, etc.) de manera inmediata introduzcan el terror de las masas, disparen y eliminen a centenares de prostitutas, soldados borrachos, antiguos oficiales, etc. No se puede perder un minuto”. El 3 de septiembreIvezstia publica un “Llamamiento a la clase obrera”: “Aplastad la hidra de la contrarrevolución con el terror masivo. Cualquiera que se atreva a difundir el rumor más leve contra el régimen soviético será detenido de inmediato y enviado a un campo de concentración”. Según el periódico Checa Semanal, que publicó un sumario oficial de personas ejecutadas, solo en los dos primeros meses del “terror de masas” se fusiló a 15.000 personas. Es posible que los datos se falsearan e incrementaran para intimidar, pero está claro que matar al adversario ideológico no constituía un problema. Entre las víctimas había muchos campesinos que desertaban del Ejército Rojo, pues habían sido reclutados a la fuerza, imitando a las levas zaristas. En esa misma época, se produjeron muchas huelgas en las fábricas, solicitando salarios dignos, libertad de prensa y elecciones libres. La Checa, cumpliendo órdenes de Lenin, reprimió las protestas, con fusilamientos y encarcelamientos masivos. La Unión Soviética prohibió el derecho de huelga, equiparándolo con el sabotaje. La dictadura del proletariado se convirtió, pues, en la dictadura de un partido único. Se tiende a sostener que Stalin, creador del marxismo-leninismo como doctrina revolucionaria, constituye una aberración, una desviación del comunismo en sus planteamientos originarios. Desgraciadamente, no es así. Suele olvidarse que Marx era discípulo de Hegel, según el cual la historia sería un libro en blanco sin la necesaria y enriquecedora intervención de la guerra. En El capital, Marx afirma que “la violencia es la comadrona de toda sociedad vieja que lleva en sus entrañas otra nueva”. En el Manifiesto comunista, apunta que “el poder político, hablando propiamente es la violencia organizada de una clase para la opresión de la otra”. El objetivo no es acabar con violencia, sino reemplazar la dictadura de la burguesía por la dictadura de la clase obrera o, más exactamente, por la dictadura del partido comunista. Para Marx, el ser humano era material fungible. De hecho, se refiere a sus enemigos como “no aptos para un mundo nuevo” y, en consecuencia, sugiere que “deben perecer”. En definitiva, se deshumaniza al adversario para justificar purgas, masacres y un Estado autoritario. No creo que de ahí salga nada humano ni utópico.
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En mi opinión, la izquierda que no debe gobernar es esa izquierda embriagada con fantasías jacobinas y con una cultura política paupérrima, abastecida de mitos y falacias. Esa izquierda no debe gobernar porque celebra y enaltece la violencia. Es incapaz de mostrar la más mínima empatía hacia sus contrincantes reales o imaginarios y hostiga a sus detractores, con instinto homicida. Reitero que no aprecio muchas diferencias entre nazis, bolcheviques y… abertzales. Los tres grupos han aplicado políticas de limpieza ideológica, asesinado a los que no compartían su interpretación del hombre y la historia. No son rumores, sino hechos fácilmente contrastables. El que algunos de mis antiguos lectores me insulten y me llamen traidor solo demuestra su talante agresivo, intolerante y militarista. Algunas personas han intentado desautorizarme con alusiones personales sobre mi situación económica y mi trayectoria vital. No pienso proporcionales la satisfacción de hablar sobre cuestiones estrictamente personales. Si les apetece, pueden fantasear con que ceno en el Hotel Palace y desayuno en el Ritz. Otros han vuelto a sacar a relucir mis fotos con pistolas de plástico, repitiendo la confusión del público de la tragedia griega, incapaz de discernir entre realidad y ficción. En más de una ocasión, Esquilo, Sófocles y Eurípides tuvieron que invadir la escena, pidiendo que no se linchara a los actores encargados de representar a los villanos. Parece que no hemos avanzado mucho desde entonces. Me han dicho que “manchaba” al País Vasco, indicando que residía en él. Es cierto que no vivo en el Norte. Simplemente, mi página se abrió allí. Ya está corregido y, después de escuchar los exabruptos de los herederos ideológicos del cura Santa Cruz, celebro no vivir en ese nido de intolerancia, pero quiero decirles que lo único que mancha al País Vasco es la violencia de ETA y la de sus conmilitones. Se habla de la tortura y los malos tratos cometidos por las Fuerzas de Seguridad del Estado, que yo siempre he aireado y condenado, pero tal vez la convivencia se habría normalizado sin la dinámica acción-represión que desataron en 1968 un grupo de estudiantes universitarios vascos, convencidos de que Euskadi era Vietnam o Argelia. No creo que ETA haya luchado por la “liberación de Euskal Herria”, sino por la exaltación provinciana de lo vasco, reciclando el sentimiento nacionalista con una retórica revolucionaria. Creo que los gudaris de ETA se parecen al cura Santa Cruz, cruel, bárbaro, histérico y fanatizado por la convicción de su misión providencial. Por último, casi nadie me ha rebatido con argumentos. Simplemente, me han lanzado escupitajos y los escupitajos, aunque desagradables, no dejan huella, pues se limpian y se olvidan. Adiós, por tanto, al radicalismo. Bienvenida sea la convivencia, la paz, el sentido común y, sobre todo, la vida.
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RAFAEL NARBONA

Jordi Socías: “Yo miro descaradamente hacia la izquierda”

Jordi Socías: “Yo miro descaradamente hacia la izquierda” | Tam-Tam Press

Jordi Socías: “Yo miro descaradamente hacia la IZQUIERDA

Jordi Socías. © Fotografía: Antonio Martínez Fuertes.

El fotógrafo Jordi Socías. © Fotografía: Antonio Martínez Fuertes.

Por ANTONIO MARTÍNEZ FUERTES

astorgaredaccion.com

Aprovechamos que el fotógrafo catalán Jordi Socías se refugia de vez en cuando en Santiagomillas (Maragatería, Astorga) para entrevistarle. Socías inicia su carrera como fotógrafo en el semanario ‘Cambio 16’. Publica sus fotos en los grandes diarios catalanes: ‘La Vanguardia’, ‘TeleXpress’ y ‘Mundo Diario’ y colabora en las revistas (‘Destino’, ‘Por Favor’) y editoriales (La Gaya Ciencia, Salvat, Planeta) más innovadoras. En 1976 se traslada a Madrid, donde comienza su faceta de editor gráfico, creando la agencia fotográfica ‘Cover’. Jordi Socías es el autor del retrato del pintor Salvador Dalí, su foto más publicada. La agencia ‘Cover’ marcó un nuevo concepto de la cultura fotográfica del periodismo español. Sus fotos las hemos podido ver publicadas en los grandes medios nacionales, entre ellos ‘El País Semanal’ y ‘Cambio 16’. De su incursión en el cine, destaca la fotografía de varias películas: ‘Operación Ogro’, de Gillo Pontecorvo (1980), ‘Cinco horas con Mario’, de Josefina Molina (1981), ‘Demonios en el Jardín’ (1982), ‘La Noche más hermosa’ (1984) y ‘Feroz’ (1984), estas tres últimas de Manuel Gutiérrez Aragón. También ha participado en la creación de la revista de tendencias culturales ‘El Europeo’, donde realiza la coordinación general y la edición gráfica. Actualmente acompaña al escritor Juan José Millás en sus reportajes para El País Semanal. Nos reunimos una mañana en un conocido mesón de Santiagomillas, pueblo y comarca que le hacen extasiarse en diferentes épocas del año.


—Háblanos de tus inicios como fotógrafo en el semanario ‘Cambio 16’, luego la revista ‘La Calle’ y en 1980 la creación de la agencia ‘Cover’…
—Yo llego a Madrid en 1976, una época muy jugosa porque en esos momentos ha muerto Franco y empieza un proceso democrático en el cual yo participo tanto personalmente como profesionalmente; quiero decir que durante la Dictadura participaba en la resistencia antifranquista además de ser fotógrafo. Y entonces voy Madrid donde hay una eclosión del periodismo y una vida muy especial. Yo creo que Madrid era la ciudad más libre del mundo.
Me ha gustado que haya ya una declaración de principios interesante…
Bueno, es así, es parte de mi vida.
—…que retomaré luego en relación con el vídeo que hay en tu página web. ¿Qué recuerdas de ‘La Calle’, una revista que duró muy poco?
‘La Calle’ fue un proyecto, fue una revista, que llevaba por subtítulo ‘La primera a la izquierda’. Participaba ahí gente del PCE y me llamaron para montar la parte fotográfica; les dije que iba a estar solo un año pues mi idea era montar una agencia. Estuve un año montando la parte fotográfica de la revista ‘La Calle’ y luego me fui para crear la agencia ‘Cover’, el proyecto ‘Cover’.
—Y ahí es donde entran una serie de fotógrafos…
En principio creo la agencia ‘Cover’ de fotógrafos parados, haciendo una selección de gente que creía muy válida y que podía conformar el proyecto; una agencia de fotógrafos en la cual dábamos nuestra visión de lo que pasaba en este país, porque hasta entonces solo estaba la agencia EFE, la agencia oficial. Por tanto, nosotros planteábamos una agencia distinta, con otra mirada, insistiendo en la fotografía de prensa española. De ahí surgen fotógrafos como Navia, Gervasio Sánchez, mucha otra gente… Juantxu Rodríguez…
—Tengo entendido que cubriste la Revolución de los Claveles en Portugal…
En la Revolución de los Claveles me marcho a Lisboa como redactor de la revista Cambio 16 que es donde me inicio en la fotografía. Sí, es la época de mis comienzos que me trae unas vivencias inolvidables.
—Luego ya viene la labor de editor y fotógrafo a la vez.
Eso ya lo hice desde Cambio 16; desde el inicio, mi labor de editor y de fotógrafo era simultanea y así lo ha sido desde hace 15 años en El País Semanal hasta hace tres años.
—¿En El País llevabas toda la parte del ‘Semanal’? 
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—¿La sigues llevando ahora?
No, ahora soy fotógrafo, que es lo que más me gusta.
—Acompañando además a escritores como Juan José Millás…
Acostumbro a hacer trabajos que me interesan y compagino el retrato con esa parte de fotografía en directo que consiste en trabajar en la calle, cosa que a mí siempre me ha gustado mucho. La calle es como una puesta en escena, una situación en donde yo me encuentro y recojo cosas que me gustan, que me interesan.
—Y esas incursiones en el mundo del cine… ¿Qué relación tienes con el cine?
Bueno, lo que he hecho son varios rodajes porque me interesaba. Yo he intentado estar en muchos sitios porque siempre me ha gustado aprender de lo que fuera y de quien fuera.. Y en el cine he hecho rodajes.
—De ahí viene lo de ‘Autorretrato con feroz’…
Ah, la película, ‘Autorretrato con Feroz’. Eso es el rodaje de una película de Manuel Gutiérrez Aragón que se llama ‘Feroz’.
—Lo mismo que en la ‘Operación Ogro’, también…
Sí, el director era Pontecorvo, un realizador que yo creo que solo hizo una buena película que fue ‘La batalla de Argel’, las demás no…

...
—Otra de tus facetas es la labor de editor de la que ya hemos hablado: ‘Madrid me mata’, ‘El Europeo’, son buenos ejemplos de ello; también la edición de un libro de fotos sobre la Pasionaria.
Ah, sí. Una vertiente que ahora he abandonado, aunque siga teniendo ideas similares. En esa época me pidieron hacer un libro sobre la Pasionaria, con recuerdos, con fotografías; una biografía visual. Y entonces junto con Carlos Serrano, que no tenía nada que ver con el PCE, tuvimos la ocasión de estar con la Pasionaria tres meses, viéndola, viviendo con ella. Es innegable que se trata de un personaje absolutamente histórico; una madre coraje de esas…
—Viendo el vídeo de tu página web, se aprecian aspectos ya personales, vas enseñando fotos y en un momento aparece un porta-retratos de época con un niño y un señor…
Sí, es mi hermano y el pequeñito soy yo.
—Me quedé con ésa porque justo ahí, detrás, en desenfoque se aprecia un libro que resulta ser ‘El manifiesto comunista’. Una edición probablemente de los 50-60, tal vez es de aquellas hechas en Francia.
Bueno, yo descaradamente miro hacia la izquierda, pero de una manera menos militante que en la época de la Dictadura. Yo creo saber con quién estoy. Sí, eso lo tengo claro.
—Y a mí me consta cuando veo tus fotos, a Coppola y su gato…
Sí, bueno, lo principal de un fotógrafo es una manera de mirar las cosas, las personas. La fotografía es la capacidad de observación, un lenguaje que se escribe con la luz. La fotografía es la observación por excelencia.
—¿Y el instante congelado?
Eso es una decisión que toma el que la hace; no sólo toma el instante sino lo que hace en ese instante, que son cosas distintas. ¿Por qué selecciono esto y no lo otro?, porque estás en una constante decisión. Fotografiar es eso, y es como lo entiendo yo.
—Además de toda esa labor con ‘El Europeo’, también llegas a colaborar con grupos musicales, como en aquel disco de ‘Siniestro Total’…
Bueno, para empezar la música es para mí una de las cosas que más me emocionan. Además he trabajado siempre con diseñadores, como mi amigo Oscar Mariné. Oscar me pidió entonces que hiciese las fotos, y se las hice. También he hecho las fotos de Manu Chao cuando estaba en Mano Negra… He trabajado con Carlos Serrano, alguien muy importante, el creador de ‘Nueva Lente’. La música entonces es importante: ’Kind of blue’ de Miles Davis, y Chet Baker… Estoy escuchando música todo el rato, soy muy aficionado y cuando no hago o miro fotos me rodeo de música. Una de las cosas que más me gusta cuando voy en coche es cerrar las ventanas y poner música y mirar la carretera. Esa visión me parece siempre especial, de hecho ahora me iré a Astorga e iré oyendo un disco de Bob Dylan que tengo ahí reservado, siempre, siempre rodeado de música.
—De pronto te entra la pasión por la excelencia en la presentación de tus fotografías, que estuvieran en página lo mejor posible. ¿Ese fue un paso importante?
Sí, porque en el fondo yo me dedicaba mucho a las revistas de lectura y en las revistas hay que mantener un diálogo visual entre las fotos, al pasar las páginas. No tiene porque notarse, pero yo incluyo ese diálogo en las dobles páginas o en las páginas enteras. En la última exposición elaboro una fotografía a partir de otras dos, sin que tengan nada que ver una con la otra, las enmarco juntas en un mismo espacio. Solo exijo un parentesco visual, un diálogo visual; y la verdad es que estoy contento con el resultado. No creo que sea el primero en hacerlo, pero me gusta esa idea que a mí me viene de la edición de crear un espacio con dos fotografías.
© Fotografías: Jordi Socías.
© Fotografías: Jordi Socías.

—En lo último se percibe un cambio, casi una ruptura, por ejemplo yo he visto la exposición que has hecho en ‘Fhoto España’…
Todo tiene que ver. Sí, en la de ‘Fhoto España’ tengo tres grandes fotos horizontales que están formadas por dos; el sillón de Freud junto a la de un árbol que hice en París, juntas las dos en diálogo de imágenes.
—La atracción que dices que está en los ojos, en la mirada, en el gesto…, ¿eso es el retrato?
Y la atracción que está en los propios personajes, estar con tanta gente interesante…
—Y relacionados especialmente con la cultura.
Son los que más me interesan; no me gusta hacer políticos, deportistas, ni toreros. Son tres géneros que no me interesan nada.
—He visto el retrato de Bergamín. Placer y emoción de haberlo conocido…
Y a Woody Allen, a SalvadorDalí …
—Bueno lo digo porque le tengo especial afecto…
Todo son pequeñas experiencias. Yo porque no he escrito nada, pero los encuentros que tenido con ellos han estado muy bien. Bergamín vivía en un pequeño apartamento en la plaza de Oriente, un pequeñísimo apartamento, un rincón. Así vivía.
—¿Y a partir de esa foto de Dalí surge esa relación de Jordi Socías con el mundo del arte?
Han sido y siguen siendo muchos artistas plásticos, músicos, gente del cine…, pero claro, es que el encuentro con Dalí en el 79 fue una cosa como única, un gran personaje que todavía podías ir a retratarlo.
Retrato de Salvador Dalí. © Fotografía: Jordi Socías.
—¿Ese retrato te abrió caminos o fue un retrato sin más que se publicó…?
Yo tuve suerte de empezar muy tarde en la fotografía, a los 26 años; no tenía cámara, ni era aficionado ni era nada; hasta entonces yo vendía relojes. Para mí la fotografía fue un hallazgo, algo que no sabía que tenía. Luego, en muy poco tiempo me hice un lugar en la fotografía en España. De repente te pones a hacer algo y te sale, ves que sirves para ello y que no lo sabías. Y sí, desde entonces ha sido una experiencia continua.
—¿Influencias de los fotógrafos que has ido conociendo?
Todas; todo mi aprendizaje viene de la fotografía, de ver a los demás. No tengo estudios, y de fotografía por supuesto tampoco; he sido muy mal técnico y creo que la técnica ya en estos momentos, para lo que hago yo, está más que resuelta. Así que no tengo ni que pensar en la técnica, solo en el concepto que quiera.
Los libros que pretendían enseñar fotografía explicaban de qué está hecho un objetivo, que a mí es un tema que nunca me he interesado; yo sé que lo venden, me va muy bien y es muy bueno, pero si ya es cóncavo o convexo…; el proceso de como los rayos de la luz… a mí eso nunca me ha interesado. A mí me ha interesado lo que hacían los demás, los Robert Frank, los italianos, los franceses, los americanos claro, Man Ray… Yo soy un lector de imágenes, tengo siempre dos atriles con dos libros de fotografía o de diseño, de arte o algo relacionado con la imagen; entonces voy pasando páginas, voy hojeando y dejó una doble página días enteros ahí. Resulta que parte de la afición se convierte en oficio y esa afición me ha llevado a Alburquerque, Nueva York, y he estado recientemente en 16 países con una exposición. Eso para mí es fantástico. Porque al final las fotos me han llevado a otros lugares.
— Y en cambio ahora aquí, en un ‘pueblo perdido’ de León, de Maragatería…
Bueno, todo el mundo está cautivo en algún lado. No estás todo el día…
—Bueno, pero puedes estar perdido en un pueblo, y a lo mejor decir, no tengo tiempo para esta entrevista…
Eso son tonterías. No soy nadie… aparte de que me parece muy interesante esto que estáis haciendo aquí. Lo de Red-Acción…es que es claro, lo explica muy bien, ‘The action-red’, es buen título. A mí es que me gustan mucho los titulares… a mí me gusta mucho poner nombres a las cosas. Por ejemplo cuando hice ‘Cover’, que parece una tontería, yo intentaba que sonara fuera, ‘Cover’ quiere decir portada, quiere decir primera página.
—Decía Javier Tello: “Socías tira con una ‘Olympus’ compacta”, como la cámara que aparece en tu autorretrato después de una operación.
A mí siempre me ha molestado cargar con equipo, de hecho lo más molesto de este oficio es llevar la cámara. Recuerdo aquella época en que la gente comprábamos todo lo que salía, el angular de no sé qué, un para-sol, el filtro…, los tengo todos nuevos. Hubo un momento en que la gente iba cargadísima. Ahora lo bueno que tienes es que las cámaras son muy pequeñas y tienen una calidad insospechada. Trabajo con una cámara pequeña, pero cuando estoy en estudio trabajo con una más grande; y cuando estoy de viaje llevo una ‘Fuji’ con un solo objetivo de 35mm. Con ella es como he hecho el último viaje con Millás. En el estudio manejo una 5D, una muy normal, normal pero que funciona muy bien.
—¿Y el cambio del analógico al digital?
Para mí no admite discusión, no lleva rollos, la calidad es excelente, además si quieres puedes imitar al analógico. Lo otro es un romanticismo absurdo, porque tú ves enseguida cuál es el estado de la luz, tiras una foto y ya ves lo que te interesa. Es una herramienta extraordinaria… Y el laboratorio, ‘Photoshop’, ya es la leche… Eso no me lo trabajo, eso hay gente que sabe hacerlo. En esa época yo hice mucho laboratorio, me gustaba mucho. Luego cuando hice ‘Cover’, pues estaba Antonio Navarro que era un artista del laboratorio; interpretaba perfectamente lo que querías que hiciese.
—Con una galería tan enorme de retratados, Bergamín Dalí, Woodi Allen etc, aún tiene que ser emocionante que Manuel Vicent diga cosas tan hermosas de uno…
Soy amigo de él, como de Millás; hay una relación muy buena, nos vemos cada semana, comemos un grupo de gente… Uno ya va cumpliendo años, vas acumulando cosas, una de las cosas buenas de esto es la gente que te encuentras…
—Y lo de los premios que parece da un prestigio, el Nacional de Fotografía…
No, no lo tengo… Yo no tengo premios y eso es así porque estoy un poco a caballo entre el periodismo y el arte. Entonces unos me han considerado artista, los de la prensa; y los artistas no me han considerado suficiente. Pero yo sigo en el camino y si no les gustara, no me llamarían.
Gilbert and George. © Fotografía: Jordi Socías.
Gilbert and George. © Fotografía: Jordi Socías.
—Gilbert and George, ¿Qué te parecen?
Gilbert and George son exactamente iguales que su obra; en realidad su obra son ellos mismos. Eran idénticos hasta comiendo; comían lo mismo. Eran una instalación los dos. Cuando vas a hacer un retrato tienes que dirigir, estamos hablando de dirigir a gente como Coppola; ¿cómo los diriges? En el caso de Gilbert and George, se me ocurrió ponerlos de espaldas, de cara a la pared y se giran, se giran pero de una manera que es lo mismo, es una cosa muy curiosa. Cuando vinieron a España se hicieron esa foto durmiendo en la cama de García Lorca, eso era una instalación. Van con el mismo traje pero no es el mismo color, con la misma corbata pero no exactamente el mismo tono. Son dos gays profundos. Y además cuando tengo esos encuentros tengo la oportunidad de estar en los sitios donde viven, entonces, merodeo por sus lugares. De repente dar una vuelta por la casa de Gilbert and George resulta apasionante por lo que vas viendo… Una cosa que me sorprendía al trabajar en periodismo es que lo que la gente ve tú lo has vivido, y eso es una cosa muy especial.
—Leí en algún sitio que el retrato que más que había emocionado era el de Antonio Gades.
Hombre, me emocionaba el personaje.
—Además te despides diciéndole…“Sí, hasta la victoria siempre”, una frase del Che Guevara ¿no?
Sí, Gades es un personaje que a mí siempre me fascinó tuve la ocasión de estar con él dos veces, era lo que yo creía que de repente es… Bueno, eso me ocurrió con Woody Allen también, en Nueva York. Gades es impresionante.
—Hace poco he visto otra vez los Tarantos… 
Cómo es el personaje, qué elegante, y se me ocurrió eso con el personaje, el guiño ‘se fue a Cuba y no volvió’; pues le dije: ‘hasta la victoria siempre’, que era del Che Guevara… Ya me gustaría que alguno de los que hay por aquí se parecieran a Gades. Y en ese sentido Gades, que era una superestrella, un tío atractivo, se casó con Marisol… guapa, como Romy Sneider. Ahora poco nos acordamos, pero esto del Franquismo fue una ‘España negrosilla’, pero qué vas a hacer, es parte de tu historia y ya la vas mirando con cierta gracia…
—Esa España que tiene también sus momentos mágicos y son esas fotos que veo, el cine Lumière
Eso es como el neorrealismo. Hay una influencia muy grande del cine, de hecho… Es una foto como de Vitorio de Sica… Toda la época ésta de ‘la Nouvelle Vague’, Jean Luc Godard, Trufaut,  ‘Los cuatrocientos golpes’, eso tuvo mucha influencia…